*De Cuba a Estados Unidos.

De perdido y sin guía…

a líder, empresario y hombre de fe.*

Llegué a este país a los 13 sin idioma, sin identidad y con la presión de demostrar que el

sacrificio de mis padres valía la pena.

Crecí entre malas influencias, fiestas, vicios y un sistema que me decía qué debía ser. Intenté

seguir el camino “correcto” hasta que entendí que ese camino nunca me iba a llevar a donde mi

alma quería ir.

Fui college dropout.

Trabajé en una registradora.

Vendí autos. Fui financista.

Ganaba dinero, pero no tenía dirección.

Hasta que un día decidí apostar por mí, por mi fe, por mi esposa y por una visión que nadie más

podía ver.

Construimos un negocio juntos.

Trabajamos sin descanso.

Caímos, nos levantamos, repetimos.

Luchamos contra infertilidad, contra nuestras dudas, contra nuestras viejas creencias…

y Dios nos regaló milagros — dos veces.

Cada sacrificio, cada lágrima, cada error… me llevó al momento donde pude ver frente a mí uno

de mis sueños más grandes: un Lamborghini Huracán.

No por el carro, sino por el recordatorio de quién me estaba convirtiendo.

Mi historia no es para presumir.

Es la prueba de lo que Dios hace cuando tú haces tu parte.